agosto 05, 2012

El Arlequin

Un arlequin se divertía trazando mi viaje antes de mi arribo. Una vez yo en esta vida, esperó paciente para aquel primer encuentro en el que, la duda más importante estuviera en mi mente, para presentarse. Me explicó y contó que habría altas y bajas, decisiones por tomar; lágrmas, risas, peleas y abrazos que pudieran permanecer en mi memoria y que no sería fácil. Me dio consejos, advertencias; me dijo bromas y pistas para esa aventura iniciada por la duda y con mil preguntas más en mí. 
Con cuestionamientos, miedo, nervios y ganas de vivir, di el primer paso, ocho... caminé y caminé... las curvas por alguna carrera eran peligrosos, cerradas; tuve aliados y enemigos en el camino y aún así, mis equivocaciones se seguían presentando por cuestión de tiempo.
La desesperanza, venganza, amargura, frustración y tristeza se burlaban en mi cara a cada error cometido, y la alegría, emoción, ilusión, esperanza me abrazaban por el valor de seguir luchando y buscando el tesoro, aquella recompensa de esa aventura. 
Espejismos y lindos recuerdos con cariño son ahora parte del trayecto recorrido, deudas saldadas y sonrisas a lo lejos son los accesorios de historias que le regalé al arlequin conforme fui avanzando; él guarda en un cofre todo lo que le voy dando o lo recoje si yo olvidé alzarlo. 
Entre noches de lágrimas en equilibrio y días de malabares con emociones, decidí detener el viaje. Tanto equilibrio y búsqueda sin resultado ya tenían a mi alma exhausta y a mi cuerpo perdido. Guardé en el cajón las píldoras de viaje y los binoculares, el mapa y la brújula a un lado. 
Empecé y recordé una vida antes de esa extenuante caminata, esa carrera de muchos años; las risas y el cariño por aquellos que quiero y amo fueron reconfortando mi alma.
Pero no contaba que tendría lógica reconocerme a su lado y vivir con los todos los sentidos en su mirada.
La naturalidad y la fluidez eran los elementos que fundamentaban la sorpresa de lo inesperado de este acontecimiento negro y blanco. La razón quería dominar pero fue siendo vencida por los audibles latidos de cada dedo. Después de algunas millas de caminar, y en silencio acompañada por su soledad, la curiosidad me visitó y algo en mi cajón no dejaba de sussurrar mi nombre.
La brújula vuelta loca y el mapa aleteando de emoción, quería ser consultado. Había llegado a la equis del tesoro, mi recompensa después del viaje.
Una noche, el arlequin llegó y es que su momento de dejarme había llegado. Cada pista, consejo, broma y advertencia habían servido para que arribara a la última estación del tren que tomé años atrás y que, entre música, comida y sonrisas, había hallado a esa persona con la cual valdría la pena vivir el resto de los amaneceres que mis ojos y sus ojos estaban destinados a ver. 
Y así como cualquier libro, tuve mi borrador, con tachoneos, correcciones y mil y un palabras escritas que definieron la imagen frente al espejo.
Tal vez conozcan a mi arlequin, se llama tiempo. 
Y tal vez, sólo tal vez, sepan que ese tren mi llevó al amor. 

agosto 02, 2012

Detalles de un detalle nocturno

Comparto mis sueños con tus ilusiones; combino mis esperanzas con tus pasiones; dibujo un futuro con tu voz que amanece en tus noches.
Inspirada por tu sonrisa y motivada por tus abrazos; protegida por tus palabras e influenciada por tu sabor a la distancia.
Me contagias con la fuerza de tu voz y vibro con las notas de tu pasión.
Concédele a mi alma su capricho, de un refugio construido, por el tiempo compartido y por tus ojos custodiado.
Conoce el libro de mis días y recibe el regalo de mi corazón, forjado por palabras, transparente ante la luz y atestiguado por la noche, mientras que las memorias de las caricias construyan el cimiento de cada página para dos almas complemetadas en este destino decidido.
Considera esta declaración como la unión de nuestras pasiones encontradas en aquellas palabras enviadas a través de millones de kilómetros que desaparecieron por la locura de esta nueva aventura.