mayo 09, 2011

Tentación

Puedes disimular o, intentarlo, pero no puedes evitar recorrer el sendero que mi cuerpo dibuja ante tus ojos cuando paso a tu lado.
Y es que por mucho que crea que eres una persona agradable, algo tienes en ese par de almendras, que al momento que las contemplo, retumban en el fondo de mi mirada y estremecen mi piel.
Por mucho que evite percibirte, mi nariz necia se pierde en tu esencia combinada con el aroma que queda perfecto con tu ser.
Porque mis manos indomables, lo único que quieren es mezclarse con un poco de lo que eres; con ese poco se conforman, conscientes de que será lo más que puedan obtener.
Y aunque mis labios cazan insaciables tus orejas, tu cuello y tus labios, la frontera dibujada por tu mejilla es interminable y aparentemente indestructible.
Pero por muy grande que la barrera pudiera ser al despertar, con un susurro conviertes en escombro lo que pudo ser una defensa impenetrable.

Días, en que el deseo nos invade, perfora la muralla y hace de las noches nuestra guarida, son escasos ante la rutinaria esclavitud de la apariencia y la mentira que no tarda en deslizarse del hilo del que cuelga. El golpe con el que uno al otro nos regresamos a la verdad inevitable, es a lo que se aferra nuestra mentira y crea una nube que durará indeterminadamente hasta que alguno de los dos sea traicionado por un sendero sutil de voz, u aroma.

Guíame por la incertidumbre del mañana, pero abandóname antes del deslumbrar de la verdad, que el horizonte es una línea dibujada por las venas del deseo enjaulado.

Ámame en tus sueños, deseáme al contemplarme y no sucumbas ante tu mano por el asombro de mi piel llamándote, porque la misma batalla silenciosa ocurre en el valle de mi alma.

Pervierte mi cintura con un saludo, que me rindo en el momento en que tus labios ahoguen los míos en lo que solamente es, la tentación del amanecer y anochecer.