Comienza un hormigue en mis manos que viaja a través de mi sangre por la ansiedad de poder descansar en esos brazos que simplemente me transmiten paz y alegría. Consigo controlar los impulsos y la espera se vuelve manejable con un par de tragos y una sencilla redacción.
Contemplo en la ventana las gotas que se precipitan contra un final definitivo y una nueva forma de vida; después de varias horas de lluvia, mi ventana sigue igual que ayer, el viento impidió que ésta se mojara y facilitara la vista hacia el mundo que acecha a cada ser vivo ante un cambio precipitado de clima.
Un cuervo se posa a unos metros de la ventana y se alza imponente, en espera de emprender un nuevo vuelo. Un colibrí perdido en la lluvia, busca un poco de alimento y un refugio digno de paz y de vida.
Distraigo la tensión creada ante la expectativa de tenerte y sentirte. Evito el reloj, cierro mis ojos y los recuerdos de momentos a tu lado invaden mi mente. Desesperada, ansiosa, feliz; un nuevo trago de un carmenere recorre mi interior.
Una tarde gris e iluminada es el contexto de una ansiosa espera a un encuentro anunciado. Una larga plática y una noche tranquila es el futuro próximo que mi mente crea, lleno de sonrisas y seriedad acorde con el tema; tragos espontáneos de dulzura de tus labios, recorridos de siluetas y una desenfrenada fluidez de palabras.
Comparto con el mundo, palabras de espera ante tu llegada. El legado del inicio de una historia que se escribe a un ritmo distinto al de todos, un ritmo de vida, un ritmo de amor.